CONFIRMANDO MALOS AUGURIOS
En términos agrícolas, 2017 ha sido año de heladas, lluvias torrenciales, granizo y sequía, pero con una flema casi inglesa, y a sabiendas de que el cambio climático les está perjudicando sistemáticamente, los viticultores hablan con optimismo desacertado de ‘una cosecha muy buena, poca cantidad pero gran calidad.’ La verdad es que no hay ningún productor de vino español, francés, italiano, portugués ó alemán, que sueñe con un futuro prometedor.
En España puede haber pérdidas del 12% de media(Rioja Alta 50%, Ribera del Duero 30%). En Francia del 17%, en Italia del 30%. El coyuntural aumento de precios favorecerá a los productores momentáneamente pero ¿y a largo plazo? Estábamos avisados, así que lo cuestionable es el ojo de quienes han plantadas viñas nuevas recientemente en Extremadura, Valencia, etc, últimamente, tiene que ser cuestionado. Afortunadamente el oeste de Andalucia, donde domina la tierra albariza, es muy resistente a la sequía.
Hay quienes alegan que no pasa nada si la vendimia se adelanta cada año, incluso conjeturan sobre la posibilidad de tener que acostumbrarnos a variaciones en las características de todos los vinos. Las últimas 30 años han sido las más calurosas de los últimos 14 siglos, llevándonos a una situación en la que, por ejemplo, la uva Garnacha del legendario Chateauneuf-du-Pape ya no aguanta más incremento de temperaturas: el contenido de azúcar de la uva llega a su punto antes de poder cosecharla. Posiblemente al final de siglo XXI esta región francesa tendrá el clima de Marruecos hoy. Está en juego todo el concepto de terroir.
Hace casi tres años servidor ya escribió en estas páginas, ‘Expertos predicen subidas de hasta cuatro grados [en las siguientes tres décadas], en cuyo caso el futuro de las bodegas, tantas españolas como francesas, no será halagüeño…’
