MICHELIN VERSUS ROCÍO
AJ LINN
Lograr una estrella Michelin depende de varios factores, y la cocina es solo uno de ellos. La decoración, la ubicación, el servicio, etc, entran en la evaluación, y por eso es incorrecto llamar ‘estrella Michelin’ a un cocinero. Existen restaurantes Michelin. La ubicación puede ser decisiva, pero también una arma de doble filo.
El sentido común dicta que montar un negocio en la parte vieja de una ciudad acarrea inconvenientes. Un restaurante con estrella Michelin en pleno casco antiguo de Marbella, auto definido como ‘minúsculo’, acaba de denunciar a un vecino por ruidos y molestias. Ese vecino, la Hermandad del Rocío, con 25 años a sus espaldas en la misma calle y las mismas costumbres, y cuyos 85 socios se dedican, además del culto, a obras de caridad en el pueblo, reconoce que unos fines de semana en verano, con mesas en la calle, puede resultar molesta para algunas personas, pero afirma que nunca había recibido protestas.
El restaurante ha tomado la iniciativa y ha demostrado con mediciones de ruido, fotografías, grabaciones, y declaraciones de testigos, que la actividad era molesta, aun a costa de acabar de la noche a la mañana con una década de relaciones cordiales. Para justificar su proceder ha aludido a cartas remitidas por clientes extranjeros llamando la atención sobre las molestias supuestamente ocasionadas por los rocieros; clientes cuyo propósito al visitar un restaurante de esta presumida categoría es patentemente comer bien sin tener que aguantar la expresión folclórica del pueblo andaluz.
Hay mucha gente que acepta que comer en un pueblo no garantiza un ambiente tranquilo, y cree que escuchar a un coro rociero (que ensaya los miércoles a puerta cerrada), mientras comen, puede ser agradable. Lo sorprendente es que hay otro restaurante con las mesas prácticamente en la puerta de la Hermandad, y con un volumen de negocio altísimo, que jamás se ha quejado del ruido en muchos años de convivencia.
