Aponiente: la vuelta al mar de la mano del chef Ángel León
junio 4, 2018
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Aponiente: la vuelta al mar de la mano del chef Ángel León

En todos los grupos debe haber una persona organizada que coja al vuelo la intención de todos y la materialice en una reserva ya sea de un billete de avión, una habitación de hotel o como en  este caso una cena en Aponiente
En nuestro caso, Yolanda es la que se encarga de hacer realidad todos los “me gustaría” “tenemos que” y “no sería mala idea”

Aunque en realidad, todo esto  empezó hace unos 3 meses.

“Sabes que nunca he ido a Cádiz” le comentaba y ella más gaditana que madrileña (aunque nacida en la capital) dijo “eso no puede ser” total que empezamos a hablar sobre pasar un fin de semana y que sería una gran idea ir al restaurante de Ángel León … pues  en menos de 10 minutos había reservado en Aponiente y el plan de un gran fin de semana se estaba gestando.

Nuestra reserva fue el 31 de junio a las ocho de la tarde. Veníamos directamente desde Málaga y la verdad es que el enclave me sorprendió, no muy positivamente, pero una vez en la puerta de Aponiente entendí que la aventura no había hecho nada más que empezar.

Ubicado en un antiguo molino de mareas, el restaurante, tiene una entrada espectacular, donde la bienvenida es cálida y sin formalismos. Los aperitivos se toman en una primera sala donde el fino de la tierra es el gran protagonista. Es en este instante donde comienza la cena, nosotros elegimos el menú “Mar de fondo”  que se compone de 21 pases divididos en entrantes, platos fríos, platos calientes y postre.

Comenzamos con  hierbas y plancton ¡todo un descubrimiento!  que iba acompañado por un fino de más de 5 años. Seguimos con erizo, sardina y salmonete, un aperitivo de tres bocados con orden fijo para realzar los sabores, que fue algo inigualable y continuamos con  lo que nos sorprendió a todos: una tortilla de camarones, pero sin un solo camarón a la vista y un cono delicioso de camarones, también. Esta tanda la acabamos con una versión del cocktail de mariscos, un bocadito inolvidable.

Una vez, finalizado el aperitivo te trasladan a la sala y vas pasando por unos ventanales donde ves cómo las mareas llevan su ritmo. Entras a la sala con un paisaje y cuando sales ya ha cambiado. Al otro lado,  de ese pasillo, está la cocina abierta, el trajín de manos y platos que se hacen con precisión llena la mitad de esta zona.

 

La sirena que reina en Aponiente

El interior Aponiente es de piedra ostionera, típica de la ciudad. Todas las mesas son redondas y las sillas imitaban la cola de un pez, muy acorde con las maravillosas sirenas que llenaban el local (ya sabes, “Nunca  te enamores de una sirena” lema que te entregan en un precioso detalle a la salida del restaurante)

El pan es mención aparte, elaborado con un poco de agua marina y con la crosta muy crujiente… estaba delicioso, aunque nada comparable al aceite de plancton… era para repetir y repetir.

Los pases fríos fueron mis favoritos, de entre todos resalto el gazpacho de tomate verde con hierbabuena y la ostra madre,  aunque no me olvido de la matanza marina, nosotros pedimos foie, pastrami y chorizo e higaditos encebollados.

Continuamos con una versión del chef del Mar de La importancia, con una camarón en manteca colorá, para llegar al Tanjia marina, un plato con reminiscencias árabes  (impresionante), un babá sanluqueño con claras influencias napolitanas y continuamos con unas alubias, para pasar a un puntillón, boniato y comino y a un magnífico atún con tomate… el cochinillo todo un espectáculo.

En general, esta segunda remesa d eplatos te revoluciona cualquier concepto predeterminado que tuvieras del pescado o de sus formas de cocinarlo. Porque en definitiva, lo que buscas cuando vas a un restaurante como éste es que te despierten el paladar con sabores, texturas y combinaciones que ni imaginabas.

Hay una sorpresa que no pienso contar… tienes que vivirla e imagino que ya sabes lo que es, pero merece la pena que te dejen con la boca abierta, así que ese detalle queda en mi “tintero”

Cerramos con los postres, empezamos con una tabla de quesos, fue el plato que menos me gustó de todo el menú, seguido de cítricos y calabaza picante y se termina con mar dulce, un postre con una gran estética.

El menú es contundente, justo para dejarte un gran sabor de boca sin estar lleno o pesado. En mi mesa, éramos 4, dos de los integrantes eran italianos, (uno de ellos mi marido, mi parte contraria J) y el otro el de Yolanda) así que  comentarios como  “esto con dos spaghetti estaría “buonissimo” no pararon de escucharse en toda la noche… porque cuando a un italiano algo le gusta mucho no puede imaginárselo de otra forma que con  “dos spaghettini” … en fin, es que lo llevan en la sangre-.

Pero claro, bien pensado, por ejemplo, la salsa de la tanjia marina o del puntillón era de verdad un manjar combinable con todo lo que pudieras imaginar ya que cada elemento del plato era único, pero mezclado eran sublimes.

He de decir que soy una enamorada de las vajillas preciosos y originales y nunca ( nunca) había visto tanta variedad en la presentación y tan buen gusto.

El servicio atento, pero no acosador tuvo detalles de cum laude, como por ejemplo notar que una de las comensales era zurda, por lo que mi valoración a esta experiencia es de 10.

Ah! Ya tenemos nueva reserva… se hace esperar hasta enero del año que viene.

… ¿Quién habrá sido? 😉 jijijju

 

 

Primera toma de contacto :Hierbas y placton, una delicia

 

Insuperable tortillita de camarones

 

Erizo, sardina y salmonete

Puntillon

Huevas

Mar dulce

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