
Vinos para filosofar
Me comentaba, Borja Galán (de Mercado del Herrero, en Málaga) el otro día que tiene un amigo que le encanta decir “hablamos unos vinos” en vez de “Nos vemos para tapear” o “Nos tomamos unos vinitos” y la verdad es que es una frase muy acertada. Ir de vinos o hablar unos vinos es una gran tradición española.
Para Sócrates, el vino era un medio para revelar verdades ocultas. Aunque fue Cayo Plinio Cecilio Segundo quien dijo por primera vez eso de In vino veritas. A su vez, Platón definía al vino como la bebida más apropiada para filosofar. Y es así, como lo llevan haciendo desde hace mucho tiempo en Sicilia, con el denominado «vino de meditación», una moda italiana en la que se bebe en competo relax.
Parece casi una invitación a los que lo beben a encontrarse en el equilibrio adecuado y con el ánimo justo para degustar determinados vinos. Gregorio Marañón reconoció hace mucho tiempo que el mejor vino de meditación español era el Jerez.
La clave está en el estado de ánimo con el que nos acercamos a estos vinos: se deben saborear de una manera relajada, a pequeños sorbos, paladeando lentamente y con moderación. Porque ¿quien no se vuelve filosofo o político con una copa de vino entre sus manos?… Vinos de meditación muy conocidos en Italia son el Moscato de Pantelleria o el Marsala DOP.
Suelen ser vinos de postre, de sobremesa, de conversación larga y pausada. Sea como fuera no debemos perder la costumbre de “hablar unos vinos” o “filosofar unos vinos” porque la compañía hace de estas costumbres grandes recuerdos que nunca olvidaremos. Pedacitos de nuestras vidas asociadas a tapones descorchados con alegría y esperanza.