
Maldita fama
Durante la presentación de la nueva Guia Michelin francesa en Paris el lunes pasado hubo un minuto de silencio en memoria del chef suizo Benoit Violier. No es la primera vez que el suicido de un famoso cocinero ha causado desolación entre los adeptos de la pequeña guía roja. El francés Bernard Loiseau se pegó un tiro en 2003 pensando que su restaurante corría el riesgo de perder una de sus tres estrellas. Y en la misma semana marcada por el suicidio de Violier, los temidos inspectores Michelin le quitaron esa estrella – 13 años después.
El caso de Violier, 44 años, no resulta tan claro. Hace dos meses su Restaurant de l’Hôtel de Ville, en Crissier, Suiza, aún con tres estrellas Michelin, fue nombrado Mejor Restaurante del Mundo por una nueva guía, La Liste, publicada por el gobierno francés para competir con el británico World’s 50 Best Restaurants.) También había sido Chef del Año 2013 de la Gault & Millau.
El año pasado el chef Americano, Homaro Cantu, 38 años, de Chicago, se ahorcó en su restaurante Moto (una estrella Michelin), hundido por las presiones de trabajar 16 horas diarias.
Hasta el notorio celebrity chef Gordon Ramsay ha sido culpado por los suicidios de dos concursantes de sus programas de TV. Uno, de 39 años, invitado de Pesadilla en la cocina, se tiró del Puente Washington, y otra se mató poco después de competir en su también acertadamente nombrada La Cocina del infierno.
¿Por qué son los celebrity chefs los que parecen resistir peor las presiones del gremio? Ningún famoso entrenador del fútbol se ha matado como consecuencia de encontrarse en la calle, ni ningún ministro que haya perdido su cartera. ¿Son muy susceptibles los chefs por culpa de guías como Michelin, o son imputables los medios que hace años les sacaron de sus fogones para convertirse en celebrities?
Convendría recordar, como ha hecho Michel Ellis, responsable internacional de Michelin, más de una vez, que las estrellas Michelin son concedidas a restaurantes, no a cocineros.