SOMBRAS DE LA MEJOR FERIA
Para los sevillanos, la Feria de Abril, celebrada recientemente, es el mejor espectáculo del mundo. Empezó en 1847 como feria de ganado con 19 ‘casetas’ – eran sencillos bares y tabernas – y hoy tiene más de mil. Para el foráneo, es visitar otro mundo, donde el uniforme es ineludible (vestido de flamenca ellas, y traje corto o de chaqueta ellos), donde el vino tinto no tiene cabida, y donde el modo de transporte es mayoritariamente ecuestre. El 95% de las casetas es privado, no como en otras ferias andaluzas. Si no estás invitado, te quedas en la calle o disfrutas de una de las pocas casetas públicas, con menos solera, aunque música por doquier. Como dato curioso, las sevillanas se consideraban de clase baja, así que en las casetas distinguidas no se bailó hasta tiempos recientes
Todo un espectáculo salvo por la comida, aburrida y rutinaria. Desde luego el jamón y el queso no faltan, ni las gambas de Huelva ni los langostinos de Sanlúcar. Croquetas, tortillas, montaditos, guisos del día…. la mejor feria del mundo se queda corto en diversidad gastronómica, y no hay nada en particular que destaque. Charlando con unos amigos, alguien se atrevió a preguntar por ‘el plato típico sevillano’ – y no hubo propuestas. ¿Que no hay? Mejor que no lo pregunten a ningún sevillano, porque tendría que admitir su inexistencia.
En bebidas se impone la cerveza, la manzanilla (casi exclusivamente de la misma marca creada industrialmente para las ferias andaluces), y el inofensivo rebujito, un pelín más bebedero que el espantoso kalimotxo, y en cuyo favor (¿ó no?) sólo pueda decir que no sirve para deleitarse.
Este año, más que ningún otro, el transporte ferial dejó mucho que desear. Llegar al real en coche de caballos es cómodo y habitual, pero de noche inviable. El transporte público es insuficiente, y los taxistas machacan literalmente a la competencia, imponiendo lo suyo con precios abusivos.